España

Hallan en España dos nuevas especies de amebas que pueden alertar del cambio climático

El hallazgo es fruto de un estudio conducido por investigadores del Real Jardín Botánico de Madrid, que localizaron estos microorganismos en una cueva situada en la provincia de Málaga. Los describen como 'canarios mineros climáticos', ya que actúan como bioindicadores del cambio climático en la zona, muy afectada por la desertificación.
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Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con base en el Real Jardín Botánico de Madrid han constatado la existencia de dos nuevas especies de amebas en la Cueva del Hundidero, en el término municipal de Montejaque (Málaga), en la zona de la serranía de Ronda.
Se trata de microorganismos unicelulares protegidos por un caparazón microscópico, las amebas tecadas Difflugia alhadiqa y Heleopera baetica. Su importancia radica en su reducida tolerancia ecológica y en la posición que ocupan en el ecosistema de depredadores de las cadenas alimentarias microbianas.
Es decir, su supervivencia en la cueva depende de unas condiciones de temperatura, luz y humedad muy determinadas, por lo que su presencia actúa como bioindicador del cambio climático, dado que aportan información sobre la biodiversidad de la zona, afectada gravemente de desertificación.

Canarios mineros microscópicos

El equipo de científicos define a estas amebas como "canarios mineros del cambio climático" de esa zona del sur de España, pues su papel es similar al que estas aves ejercían en las minas de carbón en el siglo XIX, cuando se les utilizaba para alertar de la presencia de grisú y otros gases tóxicos.

"Debido a su estrecha tolerancia ecológica y su posición ecológica clave, como principales depredadores de las cadenas alimentarias microbianas, creemos importante preservar la presencia de estas dos especies de amebas en la Cueva del Hundidero sin alterar sus condiciones climáticas, por su contribución, como si de canarios mineros se tratase, a informarnos sobre la biodiversidad y el cambio climático de esta zona del sur de España", declaró Carmen Soler-Zamora, primera firmante del estudio.

La investigación, publicada en la revista científica European Journal of Protistology, determina que la temperatura y humedad constantes, junto con una iluminación tenue, han permitido el desarrollo de auténticos céspedes microbianos en la entrada de la cueva, que tiene más de 50 metros de altura, formas caprichosas y está situada en terrenos cársticos. Y en esos céspedes, denominados esteras cianobacterianas, crecen múltiples bacterias fotosintéticas.
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