En 1966, el equipo de gimnasia artística femenina de la Unión Soviética ganó una nueva líder. Larisa Latynina, hasta el día de hoy la gimnasta con más títulos de la historia —18 medallas olímpicas, de las cuales nueve son de oro—, participó de su último gran torneo: el Campeonato Mundial de Dortmund, en Alemania. La legendaria atleta soviética se llevó la plata en la competencia, mientras que su compatriota Natalia Kuchínskaya se convirtió en la sensación del torneo.
Kuchínskaya, en aquel momento, ya era campeona absoluta de la URSS. Sin embargo, nadie pensó que se llevaría un oro en el mundial. La checoslovaca Vera Caslavska, tres veces campeona de los JJOO de Tokio 1964, era considerada la favorita en el torneo.
Pero a sus escasos 17 años, Kuchínskaya logró impresionar a todos. Superó a Caslavska en los ejercicios de piso, en la barra de equilibrio y en las barras asimétricas.
Hasta aquel momento, nadie en la gimnasia soviética podía presumir haber ganado seis medallas, tres de oro, a una edad tan precoz. Kuchínskaya se convirtió en el centro de la atención en los medios de comunicación centrales soviéticos.
Hasta los Juegos Olímpicos de verano en México todavía quedaban dos años y todos los fanáticos de la gimnasia artística esperaban con ansias la participación de una estrella en ascenso de la URSS en el importante evento deportivo internacional.
En los JJOO de 1968, sin embargo, la favorita de la mayor parte del público presente en las competiciones de gimnasia era la atleta checoslovaca Vera Caslavska. La presión afectó a Kuchínskaya.
En el primer día de competición, la deportista soviética se cayó de las barras asimétricas, pero se llevó el bronce en los ejercicios de suelo y en la general individual.
El segundo día le fue mejor a la atleta soviética. Consiguió ganar dos medallas de oro más: en la competencia por equipos y en la barra de equilibrio. Caslavska, sin embargo, se quedó con un total de cuatro medallas de oro.
Natalia no se convirtió en la campeona absoluta de los JJOO de México, pero conquistó a los fanáticos mexicanos con su belleza. Muchos medios de comunicación, incluso, la bautizaron como la Novia de México.
Durante la Olimpiada, en la televisión mexicana se exhibió diversas veces la premiada película Natali, la cual contaba la historia de la gimnasta soviética.
Kuchínskaya se hizo tan popular en el país anfitrión de los JJOO que incluso se convirtió en la musa de un artista mexicano, quien pintó un retrato de la deportista.
Kuchínskaya incluso tuvo la oportunidad de convertirse en la Novia de México de manera más literal. En el tradicional baile de los JJOO, después de la finalización de las competencias, Natalia recibió una propuesta de matrimonio del hijo del presidente del país. La sorprendida gimnasta cortésmente rechazó el pedido.
Natalia Kuchínskaya concluyó su carrera poco después del final de los Juegos Olímpicos de 1968. Según contó la propia atleta años más tarde, sencillamente perdió su motivación.
Tras graduarse en educación física, se dedicó a enseñar su deporte a niñas. Lo hizo inicialmente en la URSS y luego en Japón. Al final, terminó mudándose a EEUU, en donde vive hasta los días de hoy.