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De Madrid al cielo y de París a la capital de España: punto cero de la fiesta sin pudor

Madrid se ha convertido en la capital europea de la fiesta a pesar de la pandemia. La ciudad mantiene las restricciones más laxas frente al coronavirus, lo que atrae a decenas de turistas extranjeros cada fin de semana, que encuentran en este tipo de ocio una vía de escape tras un año lleno de prohibiciones.
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Es viernes y el cuerpo lo sabe. Aunque en el caso de Madrid ya no importa que sea viernes, sábado, domingo o vacaciones de Semana Santa. La ciudad se ha convertido en la capital de la fiesta COVID para muchos turistas europeos, principalmente franceses y alemanes, pero también para algunos madrileños que debido a las restricciones sanitarias no pueden salir de la comunidad y buscan un rato de ocio en bares o restaurantes, donde el toque de queda es a las 23:00, pero la fiesta continúa de manera clandestina en algunos locales y sobre todo en apartamentos particulares destinados a alquiler para turistas.
Según datos de la Policía Municipal, durante el primer fin de semana de vacaciones de Semana Santa se han intervenido en Madrid 353 fiestas ilegales, el 98% en apartamentos Airbnb. Ha habido más de 40 detenidos y 1.100 denuncias por deambular sin justificación fuera del horario permitido. Una de las intervenciones ha sido en una discoteca del distrito Moncloa-Aravaca, en una fiesta con 140 personas que inclumplían las medidas sanitarias. En los vídeos difundidos por la Policía se aprecia como en el momento de la intervención varias de las personas que estaban participando de la fiesta se esconden donde pueden en diferentes rincones del local.
La diferencia respecto a las restricciones por el coronavirus entre Madrid y otras capitales europeas como por ejemplo París, donde los bares, restaurantes y locales de ocio cierran a las 18:00, ha provocado este aluvión de turistas cada fin de semana que ven en Madrid un oasis de la juerga en comparación a la situación en sus lugares de origen. Desde el pasado 25 de octubre se han desalojado más de 6.000 fiestas ilegales en la capital, según datos recogidos por la agencia EFE, aunque las asociaciones de vecinos aseguran que son muchas más y que los turistas no paran de venir alentados por el boca a boca y las facilidades para viajar a España.
Por su parte, y según cifras del área de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, sólo en los 11 fines de semana de 2021, la Policía Municipal ha desmantelado 3.761 fiestas ilegales en viviendas y locales donde no se cumplían las restricciones sanitarias más allá del toque de queda.
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De cara a la Semana Santa varias compañías aéreas como Lufthansa, Ryanair o Vueling están ampliando la oferta de vuelos para intentar atraer al turista internacional con un aumento de capacidad de casi 40.000 plazas en más de 22 rutas diferentes. Según información de AENA, entre el 25 de marzo y el 6 de abril hay programados 18.100 vuelos en su red, de los cuales más de la mitad son llegadas y 3.700 vuelos programados solo para el aeropuerto de Adolfo Suárez-Madrid Barajas.
Los extranjeros pueden entrar a España sin restricciones siempre y cuando lleguen con una PCR negativa realizada 72 horas antes. En el caso de Francia, por ejemplo, la PRC es gratuita porque lo subvenciona el Gobierno, así que la fiesta de fin de semana no sale demasiado cara. Vuelo y alojamiento por entre 170 y 250 euros, según han contado varios grupos de turistas a Sputnik durante una noche de fiesta en la capital.
Es el caso de Guillaume y su amigo Max. El primero estudia en Madrid desde hace cuatro meses, el segundo acaba de llegar para visitarle. Y están esperando a dos amigos más que llegarán en un vuelo nocturno.
Max, que no habla demasiado español, solo acierta a decir: "En Francia la situación es 'catastrophique'", hablando de las prohibiciones por la pandemia. Y su amigo añade: "Los españoles son muy simpáticos. Las chicas son muy guapas también". Y ambos se ríen para terminar diciendo que "Madrid es el mejor lugar del mundo porque podemos vivir. En París todo está cerrado".
Poder vivir para ellos es poder salir a tomar cervezas y copas con restricciones que en el centro de Madrid parecen existir solo sobre el papel. Las terrazas en el conocido barrio de las Letras, con calles que se caracterizan por ser estrechas y muchas de ellas peatonales, están a tope y no se cumplen las medidas de bioseguridad. No existe el distanciamiento social y muchos clientes no usan la mascarilla. En el interior de los locales en muchas ocasiones no hay ventilación y los usuarios se agolpan en la barra o en mesas sin suficiente espacio entre sí.
La Policía Municipal está desplegada por la zona y por la madrileña Puerta del Sol, a escasos metros de este barrio, y durante las vacaciones ha implementado un dispositivo especial de seguridad, pasando de 150 a 220 agentes municipales diarios con limitaciones de acceso a las calles Preciados y Carmen.
Pero para los vecinos, no se nota. Víctor Rey, portavoz de la Asociación de Vecinos del Barrio de las Letras Sol, asegura a Sputnik en una ruta nocturna por el barrio donde muestra a esta agencia los principales puntos calientes de la fiesta ilegal en la zona, que "la policía solo viene en el 50% de los casos. En el otro 50% no viene porque dice que no tiene medios ni recursos suficientes como para poder afrontar todas las denuncias que se producen cada fin de semana".
Víctor Rey dice que en estos momentos hay más de 1.200 denuncias de vecinos sin tramitar, y que desde su asociación han hablado "con todas las autoridades habidas y por haber" y que "la respuesta siempre es la misma: que no tienen recursos. Algo que es absolutamente falso".
Por su parte, las diferentes autoridades de la región se lanzan la pelota unos a otros. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida echa la culpa de las imágenes de aglomeraciones de turistas y fiestas ilegales al "cierre perimetral de la Comunidad". La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, va un paso más allá y ha asegurado que decir que los franceses vienen a la capital a "hacer turismo de borrachera" tiene un tinte "xenófobo", y echa la culpa al Gobierno de Pedro Sánchez de la situación: "Es el que tiene las competencias para impedir las fiestas en la calle" con la movilización de más agentes de la Policía Nacional y "el control del turismo y el aeropuerto en Barajas".
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Además, Ayuso sostiene que las visitas de los turistas son positivas porque contribuyen a la economía de la región y que "todo aquel que viene a visitarnos viene a visitar museos, comercios y también, a veces, los bares". Estas declaraciones han desatado una oleada de burlas en las redes sociales.
Caminamos con Víctor Rey por algunas de las calles donde ya comienza a percibirse lo que será una buena noche de juerga en Madrid. Al comienzo de la calle de Manuel Fernández y González hay un grupo de policías locales. "Mira lo que hacen. Nada. Los estás viendo igual que yo", sostiene Rey. En la calle hay varias personas con la mascarilla bajada en grupos de personas hablando despreocupadas, y los agentes no se acercan a pesar de que claramente están incumpliendo la ley. Al cabo de cinco minutos aparece un repartidor de Glovo y los policías le piden la documentación. Varios turistas cuentan que el alcohol llega a las fiestas en los apartamentos privados gracias a estos repartidores.
En esta calle se encuentra el local Nomad Club, una conocida discoteca de la noche madrileña. Son apenas las 21:00 y en la puerta ya hay cola para comprar entradas. Una copa, ocho euros, dos por 14 y chupitos gratis al entrar. El portavoz de la Asociación de Vecinos asegura que ese es uno de los locales que después de las 23:00 continúa la fiesta de manera clandestina. En la puerta hay dos personas encargadas de la seguridad, dos hombres vestidos de negro, de complexión fuerte y más de 1,90 metros de altura. Una de ellas se molesta con este medio cuando se da cuenta de que estamos haciendo fotografías y vídeos de la zona para poder llevar a cabo este reportaje. En seguida acude a nuestro encuentro y nos acorrala en una esquina de la calle gritando: "Tienes que borrarlo todo. De aquí no te mueves sin borrar las imágenes".
El Nomad Club no es una excepción. En las calles aledañas hay multitud de locales que no paran de vender entradas en la puerta a turistas y autóctonos con pinta de no querer irse a casa dos horas más tarde. Paula, una chica madrileña que está tomándose una cerveza con unas amigas en una terraza cercana muestra su enfado con la situación: "Yo no me puedo mover de Madrid, pero la gentuza sigue viniendo a Madrid. ¿Cómo te comes eso?", y dice que lo de las discotecas abiertas durante toda la noche no es ningún secreto para nadie. "Solo tienes que darte una vuelta y preguntar a los porteros".
"A las 23:00 cierran la persiana y la fiesta continúa dentro", dice Víctor Rey. La única norma es que ya no se puede salir hasta las seis de la mañana, hora en la que termina el toque de queda en la región. Así que hay que tener ganas de buena fiesta. No hay punto medio. Si entras ya no sales. "Los relaciones públicas captan a los clientes por la calle y les ofrecen ofertas para beber dentro y les explican que luego pueden quedarse", explica el portavoz. Muchos negocios tienen varios expedientes abiertos, pero prefieren pagar la multa y continuar infringiendo la ley. Les sale más rentable.
Las fiestas ilegales se han convertido en un negocio para el sector turístico de Madrid, muy castigado por la pandemia y que no ha recibido ayudas directas por parte del Gobierno de la CAM. En el caso de los pisos turísticos privados para alquiler temporal, las fiestas se han convertido en su mejor alternativa para salir a flote. La región cerró 2020 con 1,7 millones de turistas internacionales, lo que supone un desplome del 77,7% comparado con el año anterior. Así que los caseros desesperados no han dudado en incrementar los precios por alquiler vacacional de fin de semana y hacen la vista gorda ante las denuncias de los vecinos.
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El acento francés es la tónica en toda la zona, desde la Plaza de Santa Ana hasta la calle Espoz y Mina o la famosa calle Huertas. Y los felices visitantes parecen no ser conscientes de las prohibiciones. Un grupo de veinteañeros provenientes de París fuma despreocupado y sin mascarillas en la calle y no tienen reparos en "confesar" que en Madrid se lo pasan "genial". "Mejor que en nuestro país. Las reglas aquí son libres, al contrario que en Francia. Esta noche vamos a disfrutar con nuestros amigos y hacer fiesta".
"—¿Dónde?", pregunta esta agencia.
"—Aquí en el barrio. En mi piso". Y se dan la vuelta cantando "Madrid liberté". No hay aforo limitado para estas fiestas improvisadas en las que el boca a boca es la tónica para la convocatoria en los apartamentos. Muchos jóvenes están repitiendo viaje incluso atraídos por el fin de semana de diversión low cost, y han convencido a nuevos amigos para que los acompañen aprovechando las vacaciones de Pascua. Una vez en Madrid encontrar diversión es fácil. No hay restricciones para entrar en los apartamentos turísticos, es habitual que los grupos se inviten unos a otros por la calle embriagados por la emoción de la fiesta y el alcohol, la música se escucha desde los balcones y los vecinos se quejan de que las noches de los fines de semana es un constante subir y bajar de jóvenes gritando y borrachos.
Otra chica también francesa que está sentada en una terraza de la calle Cádiz, apelotonada con otras siete personas a su alrededor, todos hablando en francés, asegura que "Madrid es muy cool porque está abierto y lo pasamos muy bien".
La incidencia en la Comunidad de Madrid con las restricciones más laxas al ocio nocturno ha vuelto a crecer y se encuentra a las puertas de una cuarta ola, alcanzando ya los 241 casos por cada 100.000 habitantes; pero nadie habla de eso durante las horas que dura la burbuja de la ruta nocturna.
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Ya son más de las 23:00, hay toque de queda y el centro continúa a rebosar. Esta agencia decide retirarse, pero cuesta "salir" debido a la aglomeración de personas y a las constantes ofertas para "pasarlo bien", según vocean, literalmente, los decenas de relaciones públicas repartidos por cada esquina. En una distancia de apenas 100 metros, cuatro chicos encargados de captar clientes para sus locales nocturnos nos ofrecen una entrada "a buen precio" para "conocer la fiesta de Madrid". Cuando decimos que no, nos miran extrañados.
"¿Seguro? No hay otra ciudad como Madrid para combatir el aburrimiento del COVID", responden divertidos. Y se dan la vuelta sonriendo para seguir vendiendo placer sin culpa. Se sienten, sin duda, impunes.
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