La Policía local usó cañones de agua para dispersar a los manifestantes, algunos de los cuales fueron detenidos.
Los indignados se reunieron en masa para protestar por las restricciones contra el coronavirus impuestas en las escuelas de yeshivás (instituciones educativas judías), situadas en los barrios donde viven los judíos ultraortodoxos, también conocidos como jaredíes.
El 31 de enero, unas 10.000 personas participaron en el funeral del rabino Meshulam Dovid Soloveichik, quien murió por COVID-19 a los 99 años, mientras la Policía evitó dispersar a la multitud aduciendo que todos los sectores de la sociedad israelí violan las regulaciones sanitarias.
A pesar de representar el 13% de la población, los ultraortodoxos conforman el 40% de los contagiados de COVID-19. Sus escuelas han seguido abiertas por acatar las instrucciones rabínicas de mantenerlas así a pesar del confinamiento nacional. Algunos también han celebrado eventos masivos, como bodas, en las que la mayoría de los invitados no respetan las normas de distanciamiento social o uso de mascarilla.