De los años en que Diego Armando Maradona vivió en Cuba se saben varias cosas: que por entonces su problema con las drogas era grave; que mantuvo varias relaciones amorosas que derivaron en al menos tres reclamos de paternidad; y que se ganó la profunda amistad del propio Fidel Castro.
Una anécdota menos conocida, sin embargo, es la del partido amistoso que jugó en La Habana y que, lejos ya del fútbol profesional, hizo revivir al camiseta 10 sus tiempos gloriosos del pasado.
¿Cuándo vivió Maradona en Cuba?
A comienzos del año 2000, la vida de Maradona se encontraba en serio peligro. Por entonces, su consumo problemático de drogas lo había dejado en una delicada situación de salud por la que terminó internado y casi en coma en un hospital de Punta del Este, en el litoral de Uruguay.
Tres semanas después del incidente, en el que Maradona casi muere, el futbolista viajó a Cuba con el fin de comenzar un programa de desintoxicación en la isla que, a priori, duraría seis meses, relata el portal de noticias ABC. Sin embargo, se quedó por casi cinco años.
Mientras se rehabilitaba en un complejo turístico de salud, de régimen abierto, Maradona recibió una especial invitación en junio del 2000. En la cancha del Estadio Pedro Marrero, de La Habana, el crack argentino jugó un partido junto a otros compatriotas contra un equipo de corresponsales extranjeros en Cuba, recuerda uno de ellos, el costarricense José Meléndez, para El Universal de México.
¿Qué hizo Maradona en Cuba?
Maradona había llegado el 18 de enero a Cuba, casi sin poder hablar. Aunque al principio la orden era que no saliera de la clínica de rehabilitación, el futbolista desobedeció en varias oportunidades el mandato.
Era habitual que Maradona generara disturbios y terminara peleándose con la prensa —varios corresponsales del exterior habían viajado exclusivamente para seguir de cerca las andanzas de la polémica figura—. En una oportunidad, el futbolista llegó a golpear en la cara a un camarógrafo también argentino. El Gobierno de Cuba, para su seguridad, lo había dotado de un séquito de guardaespaldas, que lo acompañaban a donde fuera.
Fue por ello que a la Federación Cubana de Fútbol se le ocurrió realizar una singular jornada deportiva, hecha a la medida para Maradona. Cedieron, además, los uniformes de la Selección de Cuba para que ambos equipos pudieran jugar, con el blanco y rojo de letras negras para los periodistas, y azul y blanco de letras rojas para Maradona y sus amigos.
En la tarde del 11 de junio, finalmente, ambos equipos se enfrentaron. El resultado fue 6 a 1 a favor de los argentinos. Lo más importante, sin embargo, fue la reconciliación: Maradona comprendió en profundidad que quienes creía sus enemigos en realidad simplemente estaban haciendo su trabajo, evaluó Meléndez. En tanto, los corresponsales tuvieron la oportunidad de conocer desde un lugar distinto al argentino, desde el fútbol, pero en primera persona.
"Insignificante en comparación con las jornadas épicas mundiales que demostró en canchas de América y Europa y compartió en otras partes del mundo, aquel irrumpió como un gol de oro de Argentina a uno de sus grandes adversarios del orbe y exhibió la sencillez de un ser humano que jamás tuvo límites para gozar de su única y real pasión infantil y juvenil: el fútbol", resumió el corresponsal.