Las ollas populares, canastas solidarias y colectas se reprodujeron por doquier tanto en América Latina como en Europa. Contar con los recursos para acceder a los alimentos se volvió aún más difícil debido a la paralización de la actividad económica. Quedarse en casa para prevenir el contagio por el nuevo coronavirus es la medida sanitaria más recomendada, pero se convirtió en un desafío para millones de personas que comían en función de lo que ganaban con su trabajo diario y hoy viven en un paro que se traduce en hambre.
De esos 821 millones, 135 millones vivieron en situación crítica en 2019, lo que también se conoce como inseguridad alimentaria aguda. "En términos simples, esto significa que las personas no pueden alimentar a sus familias y que dependen de la asistencia externa para sobrevivir", explicó a Sputnik Anna Ricoy, Oficial de Gestión de Riesgo de Desastres en la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
"Según cifras del Programa Mundial de Alimentos (PMA), la pandemia de COVID-19 podría resultar en otros 130 millones de personas adicionales a estos 135 millones", agregó la experta que explicó que los países donde se concentran más personas en situación de vulnerabilidad son los mismos en que los que otras necesidades básicas como la atención sanitaria o la vivienda también están comprometidas.
14% de estas personas se encuentran en América Latina y el Caribe, repartidos mayoritariamente en Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Migrantes venezolanos en Ecuador y Colombia también figuran entre los más expuestos a este flagelo.