España

El andaluz como arma arrojadiza

Las intervenciones de Mª Jesús Montero, ministra de Hacienda, han provocado críticas por su acento y expresiones sureñas. Buscamos las raíces de esta animadversión, repetida en el ámbito político y mediático, hacía el habla sureña y el porqué de su asociación a la pobreza, incultura o comicidad.
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El Senado de Roma se reía del propio emperador Adriano, procedente del sur de Iberia, por su acento latino, por su hablar provinciano. 20 siglos después, en el Congreso de los Diputados español, la oralidad de la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, dirige el foco de atención a su acento y su aspecto. No es la primera vez, otras ministras andaluzas como Magdalena Álvarez, Bibiana Aído (PSOE) o Celia Villalobos (PP), también pasaron por esto. 

​En este caso, la chispa salta en twitter, pero otros ejemplos son fáciles de encontrar, poniendo la oreja al acento andaluz para descalificar o ridiculizar por completo la labor de Montero. Pero esta vez, la reacción a esta inercia ha sido más contundente desde Andalucía, como muestra este vídeo.

¿Por qué el andaluz es siempre el chistoso–vago–listillo–pobre–sirviente?

Hay tantas hablas andaluzas como personas, sin embargo, a los 8 millones de andaluces se les mete bajo el mismo paraguas debido al cliché y la estereotipación.

"No se trata de un fenómeno nuevo, la devaloración de lo andaluz existe desde hace siglos, el ceceo se vinculó peyorativamente a lo gitano ya en la literatura de Cervantes", explica el profesor Cuadros. "A lo largo de siglos y sigue siendo así, lo andaluz tiene que ver con matones, incultos o gente de mal vivir, es una estereotipación que nos lastra ante ciertos círculos".

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Las investigaciones filológicas e históricas abordan el porqué del habla andaluza y sus peculiaridades. Rasgos característicos como el ceceo o seseo, la apertura de las vocales finales o una economización fonética han sido rastreados por los siglos. La evolución de lo que hoy entendemos por castellano vivió un cisma en el siglo XV, cuando la Norma de Toledo empezó a convivir con la Norma de Sevilla, con una mayor economía fonética. Ejemplos como No ni na, una triple negación con la que se expresa una afirmación absoluta, sirvieron al catedrático José María Pérez Orozco para definir al andaluz como una evolución del castellano que nos permite decir más con menos.

"Cuando se dice que hablamos diferente es también despectivo, se quiere apuntar a que no nos entienden, pero el andaluz no es otra lengua, simplemente es otra manera de expresarse oralmente, ni mejor ni peor", reflexiona Cuadros, que vuelve a apuntar a la imagen exterior del andaluz.

"Durante mucho tiempo, el habla de Sevilla fue sinónimo de prestigio lingüístico. Y hoy, el seseo de Valencia, por ejemplo, no es peyorativo".

Si estamos, por lo tanto, ante una cuestión social, el habla sirve para delimitar una u otra clase social. Cuadros nos lleva de vuelta al siglo XX, al éxodo rural de andaluces a las grandes ciudades para trabajar.

"Durante décadas, hablar andaluz en Madrid o Barcelona quería decir que eras pobre o de orígenes humildes".

Lina Gálvez opina que apuntar al acento andaluz es una muestra de clasismo, "no chirría cuando el taxista o la verdulera te habla en andaluz, pero sí chirría cuando lo oyes en el Congreso. Es una manera de señalar a cada uno cuál es su sitio. Dentro de Andalucía ha habido una élite que históricamente no priorizó invertir en educación. Se ha proyectando un clasismo a través de la incultura ligada al habla andaluza".

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Sobre el rol cómico del acento andaluz, el humorista Manu Sánchez admite que es un acento alegre, pero con el que hay que reivindicar hablar en serio, de igual a igual. Señala al sur como referente lingüístico. "Como humorista, entiendo los estereotipos, yo me valgo de ellos y me gusta su exageración. Pero los estereotipos tienen que basarse en la verdad, si no simplemente son una mentira que sirve para cometer una injusticia".

Esta descalificación clasista de lo diferente, de lo andaluz, no es solo regional, se da en México por ejemplo, con respecto al discurso cultural que emana de la metrópoli a las provincias, "ahí tenemos por ejemplo la personificación de Cantinflas en Hollywood", ejemplifica el profesor Cuadros.

Manu Sánchez detecta esos mismos patrones pero a la vez reivindica una lectura positiva: "las hablas del sur, las provincianas con respecto al canon homogeneizador de Madrid, por ejemplo, tenemos mucho que decir".

El adiós reciente de Marcos Mundstock, voz de los argentinos Les Luthiers, es otro referente añadido en cuanto a capacidad de jugar y explorar el lenguaje.

"No sé si el sur es más gracioso, o más bien que en el sur hacemos mejor todo lo que tiene que ver con el habla, la oralidad, tenemos por lo tanto un terreno abonado para la comedia, la literatura o la música".

Pero la cuestión de fondo, sigue en el aire. ¿Qué pasa cuando algunas personas no entienden el andaluz?

Quizás habría que preguntarse quién tiene que hacer el esfuerzo por entender al otro. Es sobrada la literatura científica sobre el valor patrimonial del andaluz y su oralidad, pero para no recargar, nos valemos del talento del cómico Manu Sánchez, otro paladín del andaluz que nos recuerda que "llevo ya 3.000 años hablando, lo mío es como lo tuyo pero sin malaje. Si no me entiendes el problema no soy yo. Porque yo simplemente te hablo como en el futuro, porque Andalucía no habla un mal castellano, sino un perfecto andaluz". Y nosotros añadimos, ¡no ni na!

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