Combinando las capacidades de la instalación ALMA en Chile y del espectrómetro Rosina a bordo de la sonda Rosetta, de la Agencia Espacial Europea (ESO, por sus siglas en inglés), los astrónomos rastrearon el viaje del fósforo desde las regiones de formación de estrellas hasta los cometas.
La investigación permitió identificar dónde se forman algunas moléculas portadoras de fósforo, como el monóxido de fósforo.
Las observaciones de ALMA mostraron que las moléculas portadoras de fósforo aparecen a medida que se forman las estrellas masivas.
Los flujos de gas que emanan de las estrellas masivas jóvenes abren cavidades en las nubes interestelares. En las paredes de esas cavidades, se forma el monóxido de fósforo a través de choques y radiación de la estrella que está naciendo.
El monóxido de fósforo puede congelarse y quedar atrapado en los granos de polvo helados que permanecen alrededor de la nueva estrella. Esos granos de polvo se unen para formar guijarros, rocas y, finalmente, cometas que se convierten en transportadores de monóxido de fósforo.
Los descubrimientos del equipo de ALMA hicieron a los científicos del proyecto Rosina reconsiderar los datos sobre el cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko. Resultó que contenía el monóxido de fósforo.
"El fósforo es esencial para la vida tal y como la conocemos. Dado que es muy probable que los cometas proporcionaran grandes cantidades de compuestos orgánicos a la Tierra, el monóxido de fósforo detectado en el cometa 67P puede fortalecer el vínculo entre los cometas y la vida en la Tierra", comentó Kathrin Altwegg, investigadora principal de Rosina.