Aquella noche 222 bombarderos alemanes partieron rumbo a Moscú para atacar las instalaciones de gran importancia. Para defender la capital soviética, despegaron los cazas y fueron lanzados los aerostatos protectores.
El cielo nocturno se iluminó con los reflectores de luz que apuntaban al cielo mientras los cañones de defensa antiaérea disparaban contra los aviones del enemigo.
Los pilotos de los bombarderos alemanes no se esperaban una defensa tan intensa y la mayor parte de ellos se dio la vuelta lanzando sus bombas antes de llegar siquiera hasta sus objetivos.
Este escenario se repitió durante dos noches más. Vistas las pérdidas que sufrió la Fuerza Aérea alemana, la defensa antiaérea soviética le asestó un duro golpe.