Aryeh, de 89 años, se acercó a votar a su colegio electoral en silla de ruedas, guiado por una empleada doméstica filipina que lo atiende a diario en su casa debido a su discapacidad física. Su familia emigró de Georgia cuando era niño y antes del establecimiento del estado en 1948 se alistó en Etzel, unas milicias de extrema derecha dirigidas por el mítico Menagem Beguin.
"Siempre voté al Likud, siempre voté a Bibi [Benjamín Netanyahu], y hoy también voté a Bibi", dice orgulloso en el gran vestíbulo de un colegio de Jerusalén.
Con respecto a los casos de presunta corrupción que acosan al primer ministro, Aryeh tiene una idea formada.
"No hay nadie en el mundo que no robe si puede, aunque creo que las acusaciones contra Bibi carecen de base", apuntó.
Y añade que para él "Bibi podrá formar gobierno con los partidos de la derecha, que son partidos pequeños; en Israel los partidos pequeños solamente funcionan una o dos legislaturas y luego desaparecen. En cambio, el Likud permanece".
Esta chica es consciente de que se está abriendo una gran brecha entre los israelíes de derechas y los de izquierdas.
"Cada día estamos más lejos los unos de los otros, y en la izquierda creemos que eso es malo para el país", dice sin sugerir ninguna solución para ese cisma evidente entre unos y otros.
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Iftach, un joven que también acudió a depositar su papeleta en el barrio de Rehavia, dice que ha votado por los laboristas.
En el colegio electoral se forman algunas colas delante de las urnas. La gente entra, busca su mesa y se pone en la cola correspondiente. La jornada se está desarrollando con normalidad, fuera de algunas pequeñas incidencias que por el momento no repercutirán en la normalidad reinante en este día soleado en que los termómetros marcan 24 grados.
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Más de 6,3 millones de israelíes tienen derecho a participar en las elecciones que muchos consideran un referéndum sobre Netanyahu, que es primer ministro desde hace una década.