Todos, todas y todes. Mientras en Argentina se difunde e incorpora cada vez más el llamado lenguaje inclusivo, sobre todo en las nuevas generaciones y en ambientes de educación más progresistas, el debate sobre su uso y aplicación no forma parte de los temas de interés para los organizadores del CILE.
"Creo que fue George Steiner el que dijo que los grandes pensadores de la Grecia antigua podían dedicarse de lleno a la filosofía porque sus mujeres se ocupaban de las necesidades y obligaciones cotidianas. Lo patriarcal signó nuestra lengua y no sé si podemos paliar la invisibilización de la mujer en nuestra lengua; es un llamado que hago a todos a la creatividad", dijo la escritora argentina Luisa Valenzuela en su ponencia en el CILE.
"¿No es de temer que la RAE se interese más por la inteligencia artificial que por los géneros humanos? 'Todo a su tiempo', me dirán", agregó.
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Respondiendo a las demandas del feminismo y el colectivo LGBT de una lengua que supere estas barreras patriarcales, el lenguaje inclusivo propone la utilización de una variante neutral, que va más allá de la insistencia por equilibrar el uso del género femenino al masculino dominante sino que supera la dicotomía, al tiempo que propone un género nuevo que también incluya a las minorías 'no binarias'.
"Una imposición no tiene sentido, porque el lenguaje no se impone. Lo que se intenta con el lenguaje inclusivo es demostrar esas estructuras de poder que dejan a las mujeres en una posición secundaria, es un movimiento no lingüístico sino político que pone de manifiesto la desigualdad", respondió en el mismo panel de debate la española Soledad Gallego-Díaz, directora del periódico ibérico El País.
El CILE es uno de los máximos eventos de la lengua más hablada de América Latina y España. Es organizado cada tres años por el Instituto Cervantes, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española en colaboración con el gobierno del país anfitrión.
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A la par del evento oficial, se ha organizado también un 'anticongreso', cuyos organizadores consideran que detrás de los CILE hay una motivación económica, que —sostienen- lejos está de buscar una mancomunidad entre España y los países que comparten su idioma
Esta especie de 'contracumbre' lingüística muestra las controversias que causan en ocasiones las relaciones entre España y América Latina, región esta última que alberga la enorme mayoría de los 400 millones de hispanohablantes.