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La primavera que nunca llegó

Siete años después de la llamada Primavera Árabe, las mujeres del mundo árabe-musulmán siguen luchando para arrancar derechos frente a la resistencia de poderes políticos atenazados por la presión del fundamentalismo musulmán.
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Túnez es el país donde estalló lo que después se ha conocido como la Primavera Árabe. Es también el país de este entorno donde las mujeres gozan de mayores derechos, gracias a la política seguida por el expresidente Habib Burguiba, que gobernó durante tres décadas desde un año después del acceso del país a la independencia de Francia, en 1956.

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El entonces líder hizo adoptar el llamado Código de Estatuto Personal, gracias al cual se abolió la poligamia y la repudiación de la esposa, entre otras medidas, como la posibilidad de divorciarse y fijar la edad mínima de 17 años para que la mujer pudiera contraer matrimonio.

Tras la llamada "Revolución de Jazmín", que en un año provocó la salida del poder y el exilio del expresidente Ben Alí en 2011, Túnez celebró unas elecciones que otorgaron mayoría al partido Enahda, que intentó islamizar a una sociedad que resistió el embate y salió a la calle para oponerse a la instauración de una nueva dictadura salida de las urnas. En los comicios de 2014 perdió la mayoría e inició un cambio de imagen que pretende representar un "islam democrático", alejado del radicalismo que le había caracterizado poco tiempo antes.

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Enahda, sin embargo, sigue oponiéndose a medidas como la que se debate en estos momentos en el país, la de la equiparación de derechos entre hombre y mujer a la hora de recibir una herencia. Hasta el momento, el hombre tiene derecho al doble que la mujer, según la norma inspirada en la sharía, la ley islámica. El presidente del Consejo de Ennahda, Abdel Karim al-Harumi, declaró que su partido se opondría a toda ley que vaya contra el Corán.

La iniciativa para equiparar los derechos de las mujeres en este apartado fue lanzada por el actual presidente del país, Beji Caid Esebsi, exministro de Burguiba y líder del partido Nidaa Tounes, que derrotó a Enahda en los comicios de 2014 pero, al no obtener la mayoría, forma un gobierno de coalición con los islamistas. Esebsi quedó después en minoría tras una escisión sufrida por su partido.

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Túnez, que ya había eliminado de su legislación la prohibición de casarse con un no musulmán, y ha adoptado leyes para condenar la violencia contra la mujer, sigue siendo un referente para las árabe-musulmanas progresistas, pero las fuerzas conservadoras que utilizan la religión como medio de control siguen poniendo límites a la conquista de derechos.

Egipto fue otro de los grandes protagonistas de las "revoluciones" que enviaron al exilio a sus dirigentes en los inicios del 2011. La salida de Hosni Mubarak del poder también facilitó el triunfo en las urnas de una formación islamista, el Partido de la Libertad y la Justicia, dirigido por Mohamed Morsi. En 2013, el Ejército se hizo con el poder, acusando a los islamistas de querer instaurar una dictadura peor que la de Mubarak.

Acoso sexual y violaciones masivas

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Las mujeres, que participaron en los inicios de las protestas centradas en la famosa Plaza Tahrir de El Cairo, pronto vieron cómo su papel en la sociedad era ignorado y, de nuevo, negado. Después se supo que en las manifestaciones de Tahrir, más de 90 mujeres fueron violadas. Desde entonces, Egipto acaparaba las páginas de la prensa internacional como el país más peligroso para la mujer. El acoso sexual en las calles es una plaga que durante los últimos años las autoridades no han conseguido frenar.

La situación llegó a tal punto que la máxima institución del islam suní, Al-Azhar, condenó el mes pasado oficialmente el acoso sexual. "La manera de vestir o el comportamiento de la mujer no puede en ningún caso justificar tal acto y constituye además un ataque contra su dignidad". En Egipto, sin embargo, una mujer puede ser condenada por haber denunciado públicamente haber sido acosada. Se puede ir a prisión por protagonizar videoclips considerados impúdicos, como le ocurrió a la cantante de 21 años, Shym, o por hacer programas de televisión donde se abordan cuestiones como el embarazo fuera del matrimonio, como hizo la presentadora Doa Salah. Egipto sigue manteniendo, por otra parte, el récord mundial de mutilación genital. Según Unicef, más de 27 millones de mujeres han sufrido la ablación de su clítoris.

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"Desnudez obscena" y guerra del bikini

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Marruecos no vivió la misma fiebre revolucionaria que Túnez o Egipto hace siete años, pero entre esas reivindicaciones de libertad que se lanzaron en el mundo árabe-musulmán, las mujeres también quisieron hacerse oír, sin gran éxito. Marruecos ha sido también noticia recientemente por varios vídeos publicados en las redes sociales, en los que se muestra la violación de jóvenes en lugares públicos. En este país, una joven de 18 años se suicidó hace un año porque el marido dudó de su virginidad en la noche de bodas. En Marruecos, una niña de 16 años prefirió matarse antes de casarse con su violador, como admite la ley religiosa. Una ley sobre la violencia contra las mujeres dormía en los archivos del parlamento desde 2016, a la espera de su aprobación. El pasado 14 de febrero se aprobó una parte, una medida insuficiente para las organizaciones feministas.

Otros vídeos filmados por ciudadanos de este país muestran a hordas de hombres de todas las edades persiguiendo a mujeres por las calles. El imán de Casablanca no contribuye precisamente a atemperar la miseria y el salvajismo sexual. En 2017 denunció "la desnudez obscena en las ciudades de Marruecos". Por desnudez, en la mente de tan ilustre líder religioso y en la de muchos hombres marroquíes, hay que entender vestir un pantalón corto, una camiseta sin mangas o un bikini en la playa.

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La guerra de los bikinis ha tenido también actualidad en Argelia en el verano que se acaba en este hemisferio. En una playa de la ciudad de Annaba, un grupo de mujeres, hartas de ser acosadas por fanáticos, lanzaron una llamada en las redes sociales que contribuyó a reunir a más de 3200 mujeres en la playa para manifestarse en bikini por su libertad. Esa prenda de baño no está prohibida en el país, pero la presión islamista propicia la denuncia de los vecinos y puede a llegar en convertirse en un peligro para la integridad física. Para la profesora de la Universidad de Argel, Fatima Usedik, lo que ocurre en las playas es consecuencia del movimiento de reintroducción del cuerpo femenino en el espacio público". Un tabú para la policía de la moral de la que son agentes voluntarios miles de hombres.

Argelia, que capeó la onda expansiva de los levantamientos populares de 2011, es un caso especial en la lucha de la mujer por sus derechos. La revolución argelina que llevó al país a la independencia de Francia en 1962 fue encabezada en los primeros años por el sector más modernista del FLN, con la oposición de los conservadores más cercanos al islam. Un primer intento de elaborar un Código de familia fue rechazado ya en 1966. Pero 18 años más tarde se adoptó una legislación que confiere a la mujer un estatus de menor de edad, legaliza la poligamia, el repudio, y permite al hombre de desentenderse de su familia en caso de divorcio.

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En 2015, algunos aspectos del código fueron reformados. La poligamia, por ejemplo, será aceptada si la primera esposa está de acuerdo. Por otra parte, se establecen penas de cárcel para los casos de violencia contra las mujeres, aunque el perdón de esta exime al hombre de cumplir la condena. Para la abogada feminista Uicha Bajti, "no se pueden seguir aplicando reglas establecidas hace 15 siglos". Pero la presión del fundamentalismo religioso es enorme. Los islamistas perdieron la guerra contra el régimen, pero se han apoderado del control social en la paz.

La abogada argelina Nadia Ait Zai lo define en pocas palabras: "El retorno de los valores tradicionales muestra que, si bien se ha conseguido combatir el terrorismo, no se ha luchado lo suficiente contra la ideología islamista". 


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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