"Teníamos miedo, pero no estábamos intimidados; enfrentamos dificultades, pero sin quedarnos de brazos cruzados ante el destino. Estamos decididos a vencer la epidemia y seguiremos combatiéndola sin tregua, sin claudicar, como al principio", aseguró el diplomático.
A juicio de Zhang, el brote del COVID-19 ha sido una prueba para la gestión de la salud pública en China y es una oportunidad de profundizar la reforma en este sector.
Al mismo tiempo, el embajador se mostró convencido de que China demostró a todo el mundo las ventajas de su sistema, "una alta capacidad de organización y movilización, las posibilidades que ofrece el uso de modernas tecnologías de la información, la capacidad de garantizar una logística estable y la fuerte cohesión nacional".
Aunque el COVID-19 ha tenido repercusiones inevitables en la economía de China, las bases que permiten mejorarla a largo plazo no han cambiado, según el embajador.
"El impacto de la epidemia es a corto plazo y, en general, se puede controlar", afirmó Zhang.
La economía nacional, según él, pasó de una fase de crecimiento rápido a la del desarrollo de alta calidad, un factor clave para fomentar la innovación y la competitividad.
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La repentina epidemia de neumonía que estalló en invierno, dijo el embajador, obligó a China a frenar bruscamente, pero una vez superada esta prueba, el país se organizará y retomará el avance, buscando estabilidad y sostenibilidad.
Las reflexiones del embajador son recogidas en un artículo cuya versión íntegra es publicada en el sitio web ria.ru.