"El señor (Vladímir) Ermakov (director del Departamento de No Proliferación y Control de Armas de la Cancillería rusa) presentó disculpas de parte del Ministerio de Exteriores de la Federación Rusa a Eslovaquia por ese malentendido, el Ministerio de Exteriores de Eslovaquia considera suficiente dicha explicación e insta a la Federación Rusa a cooperar en la investigación del caso Skripal", declaró a Sputnik el portavoz de la Cancillería eslovaca, Peter Susko.
El 17 de marzo, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova declaró al hablar del caso Skripal que "el origen más probable de esa sustancia química son países que, desde finales de los años 90 y hasta hoy en día, llevan a cabo intensos estudios de las sustancias del proyecto Novichok", al que Londres equipara la sustancia A234, y precisó que "esos países son Gran Bretaña, Eslovaquia, la República Checa, Suecia", así como posiblemente Estados Unidos.
Este miércoles 21, en una reunión con diplomáticos extranjeros centrada en la situación en torno al envenenamiento de Skripal, Ermakov subrayó que Rusia no acusa a ningún país de nada en relación con ese caso.
En cuanto a la República Checa y Eslovaquia, Ermakov indicó que esos países fueron mencionados como partes de la antigua Checoslovaquia, que, según comprobó la Cancillería rusa, tenía un "gran potencial de desarrollos químicos y tecnológicos".
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Skripal, exoficial de inteligencia militar rusa reclutado en los años 90 por el servicio secreto británico MI6 y naturalizado en Reino Unido, y su hija Yulia fueron hallados inconscientes el 4 de marzo cerca de un centro comercial en la ciudad de Salisbury.
Ambos continúan en estado crítico y reciben tratamiento por intoxicación con una sustancia de acción neuroparalizante.
La semana pasada, la primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó a Moscú de lo ocurrido en Salisbury –que calificó de intento de asesinato– y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió en respuesta la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.